Para un amigo de sesenta años
Y claro que la vejez, no es
sólo invierno y arruga;
amarillear y pasar.
Es una fruta madura,
Que alguna vez le dio
De beber al mar.
Y en la soledad de un amanecer,
se mojó los pies, la boca y la piel,
en las aguas tiernas de una mujer.
Amigo mío,
no llores más.
Y piensa que aún,
queda un tiempo azul
para vivir en paz.
Y claro que la vejez, no es,
un envase vacío
dejándose arrastrar.
Al contrario, es un buen vino,
que estacionando fue
su mejor sabor.
Y en la soledad de su oscuridad,
vuelve a la niñez;
y tiene otra vez las piernas firmes para correr.