Se puso el gorro y se caló,
la lluvia hasta el ombligo y fue,
cantando un tango juguetón
sobre los charcos como un rey.
Los ojos viejos y el sabor
del mate bajo el esternón.
Y compartió su soledad
de Mataderos a Liniers.
Un colectivo de cristal,
le devolvió el amanecer.
Y entre el sudor de los demás
sudó su propia realidad.
Y se olvidó de recordar
que era domingo de guardar.
Se demoró para comprar,
el diario frente a la estación.
Abrió la página central,
y sin leer, leyó, leyó.
Las humillaciones, los ciegos dolores,
¿adónde habrán ido mis caros amigos?
Qué solos que estamos
aprieta mi mano.
Como si fuese lunes fue,
a la oficina y se sentó.
Frente a la máquina, el papel,
y conectó el ventilador.
Y en carcajadas se rompió,
como de vidrio reventó.
Porque olvidó de recordar
que era domingo de guardar.
Cayó en la mesa como un buey,
de bruces sobre el borrador.
Riéndose. Llorándose.
la soledad, la desazón.
Las humillaciones, los ciegos dolores,
¿adónde habrán ido mis caros amigos?
Qué solos que estamos
aprieta mi mano.