El día que tu te vayas
tendrá que ser en otoño,
me pondré de gris el alma
y un pájaro morirá en mis manos.
Cuando tú dejes mi vida
nada cambiará en la casa
todo quedará en su sitio
como si estuvieras vos.
Construiré tu figura en el hueco de la almohada
donde te habrás olvidado tus sueños de amante y niña,
y buscaré en los rincones
algún cabello dorado
y aspiraré en los roperos
el perfume de tu ausencia.
Allí quedará tu risa
jugueteando entre las cosas,
tu piano, tus melodías
y la tristeza profunda
de saber que ya no estás.