Nada sé de la muerte
Nada sé de la muerte
me interesa la vida,
aunque a veces me roce
con su mano tendida
la parábola extraña
de una hoja caída.
Son retazos del tiempo
que se empeña en su oficio
de pasar como el viento
susurrando a mi oído
que este día infinito
se desploma marchito.
Y aunque sea sólo un instante
de dolor desmedido
este paso anhelante
por el mundo y su olvido,
pasaré como el toro
con los ojos bravíos.
No conozco otro modo
de ganar lo que es mío.
Porque de esta manera
soy un hombre más vivo,
huelo la primavera
y oigo cantar al río.
Quiero sólo lo nuestro
lo que es justo y debido;
para eso peleo
para eso he nacido.
Quiero sólo lo nuestro
lo que es justo y debido;
para eso peleo,
para eso he nacido.