Hoy, al cabo del mar, quisiera saber
qué hiciste la noche en que no vi tu mano,
qué hicieron tus libros y tu último espejo,
qué hizo tu cuerpo soñado, cuando ya no estuve
abriéndote luces de cientos de estrellas
en cada palabra de amor descubierta hacia ti.
Qué cosa dijiste la última noche
al nuevo silencio posado en tu almohada.
Aprende a llevarme,
que aún voy doblado por ti.
Hoy, al cabo del mar, quisiera saber
qué píldora estuvo colmando tu sueño,
qué filo cortó tu deseo de nombrarme,
qué ala pensaste encontrar para alzar tanto peso
y hacerlo tan fácil, como si mi abrazo
se fuera a romper con volar.
Hay tanto recuerdo, hay tanto y con alas
-alas que nos siguen al cielo, a la muerte-.
Aprende a llevarme,
que aún voy doblado por ti.
Hoy, al cabo del mar, quisiera saber
si fue casualmente que hallaste al amigo
que toda una tarde te vio recordando
y así me lo dijo con voz de verdugo sublime,
haciendo de un día de sol día de tumbas,
maldita canción que olvidar.
Así quedó roto, por cuatro palabras,
el ancho escondite que usé para huirte.
Aprende a llevarme,
que aún voy doblado por ti.
Hoy, al cabo del mar, no hay nada que hacer
con esta distancia sin tiempo y espacio,
con esta distancia tenaz, siempre cerca,
con esta distancia de los pensamientos furiosos,
tuyos, carniceros, que nunca reposan,
que incendian las olas a golpes de viento y canción.
Ya no hay nada que hagamos que pueda alejarnos
de la piel crecida entre nuestros cuerpos.
Aprende a llevarme,
que aún voy doblado por ti.
(1969).