El Príncipe de la Dulce Pena (


De la luz soy el desterrado,
tortuoso monólogo con la muerte,
llanto fúnebre del alumnado.
Lloro lascivia, lloro mi suerte.
Lascivia demente de sacrílegos besos,
dulce amargura del paria caído.
Tu sangre es perfume, que una vez olido,
hacen que ebrios recorran tu cuerpo
mis labios, de tu palidez presos,
de tu juventud heridos.
Mi cuerpo en mi ataúd te espera,
hecho de tristeza, sexo y madera.
Tintado con la sangre de un río,
de tu lado oscuro, de tu rincón sombrío.
Todavía tiene mi tumba impregnada
el olor de tus últimos besos.
Todavía llora mi almohada tu ausencia,
porque te tiene tan lejos…,
que invoco tu nombre y aúllo a la luna:
‘Soy la inmundicia, el que solo te llena.
Soy el que soy, tu Príncipe, el de la Dulce Pena’.
Escucha mi jadeo que en tu cuello se aloja.
¿Luz o tinieblas? Que tu alma escoja.