Aqui voy con mi canasto
de tristezas a lavar
a la corriente del río,
déjen, déjenme pasar.
Tu cariño fue el rebozo
que nos abrigó a los dos,
lo manchaste una mañana
cuando ni dijiste adiós.
Lunita, luna,
no me dejes de alumbrar.
En la corriente del río
he de lavar con ardor
la mancha de tu partida
que en mi pañuelo quedó.
Pero el río está tan lejos,
tan cerrado el matorral,
tan pesado mi canasto,
tanta mancha que lavar.
Lunita, luna,
no me dejes de alumbrar.
Soy la triste lavandera
que va a lavar su ilusión
con la escobilla de espinas
que elevan mi corazón.
Soy la triste lavandera,
tiendo el tiempo en mi labor;
el dolor es una mancha
que no sale con jabón.
Lunita, luna,
no me dejes de alumbrar.