Ya no piensan los obreros
como pensaban los abuelos,
y se quitan el sombrero
cuando pasa el usurero.
Luego dicen que es mentira,
luego dicen que no olvidan,
pero nunca hay desacato
que no mande el sindicato.
Y es muy duro ser obrero
y sentirse como un perro,
siempre perdonando al amo:
malos tratos, malos platos.
Y por todos es sabido
que hubo sangre derramada
pero todo se ha perdido,
hubo sangre para nada.
Ahora luchan entre ellos,
cuando llegan las rebajas
se disputan las migajas.
Navajazos por un chandal.
Ya no quiero ser obrero,
ni trabajar ‘pal‘ usurero,
ni sentirme como un perro,
cuando me quito el sombrero.