Decimas


II

Muda, triste y pensativa
ayer me dejó mi hermano
cuando me habló de fulano
muy famoso en poesía.
Fue grande sorpresa mía
cuando me dijo: Violeta,
ya que conocís la treta
de la vers‘á popular,
princípiame a relatar
tus penurias a lo pueta.

Válgame Dios, Nicanor,
si tengo tanto trabajo,
que ando de arriba p‘abajo
desentierrando folklor.
No sabís cuánto dolor,
miseria y padecimiento
me dan los versos qu‘encuentro;
muy pobre está mi bolsillo
y tengo cuatro chiquillos
a quienes darl‘el sustento.

En ratitos que me quedan
entre campo y grabación,
agarro mi guitarrón,
o bien, mi cogot‘e yegua;
con ellos me siento en tregua
pa‘reposarme los nervios,
ya que este mundo soberbio
me ha destinado este oficio;
y malhaya el beneficio,
como lo dice el proverbio.

Igual que jardín de flores
se ven los campos sembra‘os,
de versos tan delica‘os
que son perfeutos primores;
ellos cantan los dolores,
llenos de fe y esperanzas;
algutros piden mudanzas
de nuestros amargos males;
fatal entre los fatales
voy siguiendo estas andanzas.

Por fin, hermano sencillo,
que no compendís mi caso;
no sabís que un solo lazo
lacea un solo novillo.
Pica‘o tengo el colmillo
de andar como el avestruz,
sin conseguir una luz,
ni una sed siquiera.
Mientras tanto, la bandera
no dice ni chuz ni muz.

LVII

Salí de mi casa un día
p‘a nunca retroceder,
preciso dar a entender
que lo hice a l‘amanecida;
en fuga no hay despedida,
ninguno lo sospechó,
y si alguien por mí lloró
no quise causar un mal;
me vine a la capital
por orden de Nicanor.

Me manda carta el domingo,
el lunes viajando va,
el miércoles lista ya
p‘al sitio en su destino,
el jueves un peregrino
cartero diciendo: abricia;
el viernes nadie malicia,
partí para no volver,
el sábado enSan Javier
de mí les mando noticia.

Mi hermano: Vente, decía,
pensando en tiempo futuro,
l‘entiendo mal, me apresuro
partiendo sobre la misma;
si no mesaqué la crisma
en viaje de tanto empeño,
fue por la nube d‘ensueño
que no me deja un instante,
entre asustá‘ y delirante
salí del profundo sueño.

De tres o cuatro empellones
y en menos de una semana
impávida, salva y sana
crucé noventa estaciones,
la luz de mis ilusiones
me trajo sin saber cómo
volando cual un palomo;
no quise andar en desvíos,
mujer que tiene sentido
tranquea con pies de plomo.

Mi hermano decía: Vente,
que lindo es el estudiar,
el mundo es un ancho mar
lo cruzarás por el puente,
a nado puede la muerte
llevart‘en su remolino,
busquemos, pues, un camino
no me propales contrario,
aprend‘el abecedario
que te dará buen destino.

LXII

No lloro yo por llorar
sino por hallar sosiego,
mi llorar es como un ruego
que naide quier‘ escuchar,
del ver y considerar
la triste calamidá‘
que vive la humanidá‘
en toda su longitú‘;
l‘escasez de virtú‘
es lo que me hace llorar.

Ayer, buscando trabajo,
llamé a una puerta de fierro,
como si yo fuera un perro
me miran de arrib‘ abajo,
con promesas a destajo
me han hecho volver cien veces,
como si gusto les diese
al verme solicitar;
muy caro me hacen pagar
el pan que me pertenece.

No demando caridá‘
ni menos pid‘un favor,
pido con mucho rigor
mi derecho a trabajar;
yo quiero ganar mi pan
mi harina y mi ají picante;
con su sonrisa farsante
me dicen con voz postrera
que al llegar la primavera
puede ser que haiga vacante.

Así me pasan los días,
uno sobre otro en las mesmas,
veo que llega cuaresma,
una mas y otra enseguí‘a;
le ruego a San Jeremías,
le prendo vela tras vela,
más sordo que l‘entretela
se burla de mis quebrantos;
si no me conduel‘el santo,
¿quién quiero que se conduela?

No pierdo las esperanzas
de que‘sto tenga su arreglo,
un día este pobre pueblo
teng‘ una feliz mudanza:
el toro solo se amansa
montándolo bien en pelo;
no tengo ningún recelo
de verle la pajarilla
cuando se dé la tortilla
la vuelta que tanto anhelo.

LXIII

Anoto en mi triste diario:
Restaurán El Tordo Azul;
allí conocí a un gandul
de profesión ferroviario;
me jura por el rosario
casorio y amor eterno;
me lleva muy dulce y tierno
atá‘ con una libreta
y condenó a la Violeta
por diez años de infierno.

Lo vi por primera vez
en una gran maquinaria
por la línea ferroviaria
de Yungay a la Alameda,
con una chaqueta nueva
de cuero, por la ventana;
talán, talán, la campana
retumba en mi corazón
por el joven conductor
que me hace mil musarañas.

Yo le pregunto contrita
que me dijera su oficio
él me responde malicio‘
que él es un gran maquinista;
le creo a primera vista,
l‘entrego mi corazón
y me ha mentí‘o el bribón
según más tarde un amigo
diciéndome: tu mari‘o
es un vulgar limpia‘or.

Montá‘ en el macho no que‘a
otra cosa que amansarlo,
pero el indino al notarlo
me armó la feroz pelea;
se cura, se zarandea
con unos tales barracos,
de farra con unos pacos
llegaba de amanecí‘a;
sufriendo de noche y día
pasé las de Quico y Caco.

A los diez años cumplí‘os
por fin se corta la güincha,
tres vueltas daba la cincha
al pobre esqueleto mío,
y p‘a salvar el sentí‘o
volví a tomar la guitarra;
con fuerza Violeta Parra
y al hombro con dos chiquillos
se fue para Maitencillo
a cortarse las amarras.

LXIV

Un día en una cantina
a l‘hora de la madrugá‘
uando estaba la gallá‘
más peligrosa y malina,
yo vi una carita fina
asomada en una puerta,
pidiéndole a doña Berta
permiso para cantar
y así poderse ganar
unas chauchillas murientas.

Era media‘os de invierno,
las noches eran muy cru‘as,
vide qu‘esa criatura
peleaba ya en est‘infierno,
siendo tan bellos y tiernos
sufren ya muy cruel castigo
delante d‘esos testigos
de la miseria y el vivio,
al borde del precipicio
se l‘agusana‘p el trigo.

La dueña d‘este convento
que sólo viv‘entre pipas
tiene la borra en las tripas,
y al medio del pensamiento,
le dijo: cabro pulguiento,
pónete luego a cantar;
¡Válgame Dios! que al entrar
lo vi con una chiquita;
me dijo: ‘esta es Margarita
que me viene a acompañar.

Mi corazón s‘hizo añicos,
renegué contra la ví‘a,
me dirijo compunjí‘a
arrimándome a los chicos,
y bailoteaban los micos
allí como escarabajos,
me queman de arrib‘abajo
los rayos de sus miradas,
cuando después que cantaban
tomaban vino a destajo.

Bendito sea Dios, Hermano,
llorando yo me acerqué,
el vaso le arrebaté
gritando: esto es inhumano;
y el niño que ya es villano
me grita con insolencia
un rosario de indecencias;
todos se ríen de mí
yo me retiro de allí
con un cargo en la conciencia.

LXXVII

Voy ordenando mi mundo,
me apersono en la Embajada,
soy cruelmente tramitada
con mis afanes profundos;
Tobías Barros Segundo,
qu‘es diplomático sabio,
con la sonrisa en los labiios
me dice: la Francia es cancha,
la Viena, requete chancha,
sólo da puros agravios.

A l‘estación me dirijo
con rabia descomunal,
mil voces en alemán
me hacen turumba el oído,
perdí los cinco sentidos
tratando de porquería
en una boletería
a un correuto funcionario
de pelo color canario
que alegre me sonreía.

Yo quiero salir de aquí,
le grito en claro chileno,
m‘entrega noble y sereno
boleto para París,
la gente qu‘estaba allí
me mira curiosamente,
yo agrego, pícaramente,
s‘entiende qu‘en español:
¿Qué de raro tengo yo
que no lo tenga la gente?

Subo al tren con gran consuelo
y ocasión p‘a meditar,
el tren me hace descansar
y aplacarme de los nervios;
Tobías Barros soberbio,
glorioso estará de mí;
¡ay que día tan feliz
cuando lo vuelva a encontrar,
Dios me lo ha de presentar
cuando yo crezca en París!

Grand‘era mi agotamiento,
mi pena y mi soledad.
¡Señor, qué barbaridad
causarme tanto tormento!
Es tuyo el atrevimiento,
responde el cielo en su altura,
ayer quisiste aventura,
hoy te vis arrepentida,
mejor quédate dormí‘a
par‘espantar tu amargura.

Dormida crucé países
y campos desconocidos,
crucé montañas y ríos,
nubes suecas, nubes grises,
soné momentos felices
con mis lejanos amigos,
con mi Santiago, testigo
de gratas pasadas horas,
despierto al llegar l‘aurora
la Francia ya está conmigo.

LXXXI

Cuando regreso al país,
el alto montón d‘escombros
que cae sobre los hombros
d‘esta cantora infeliz;
no encuentro ni la raíz
de un árbol que yo dejara,
el diablo lo transplantara
a un patio muy diferente,
me dice toda la gente;
se lo lleó su cuñada.

Entro en mi vieja casucha,
siento un nudo en las entrañas,
los grillos y las arañas
me van presentando lucha,
nadie m‘esplica o escucha,
pregunto por cada cosa:
por mis botones de rosa,
por mi tejido a bolillo:
inútil, respond‘el grillo,
lo mismo la mariposa.

La memoria anda ausente
en las alturas del cielo,
paloma emprendió su vuelo,
p‘a mí nunca más presente.
Los mayores, penitentes,
me aguardan con su paciencia;
dos años duró l‘ausencia
mas hoy están con su mamá,
con todos en una cama
disfruto de su presencia.

Total, con calma y salud
voy enfrentando la vida,
no debo estar afligida,
lejos veo mi ataúd;
algo tendré de virtud
como no ardo en maldiciones,
de nuevo con mis canciones
voy a juntar centavitos,
y plantaré otro arbolito
que me dé sombra y amores.

Por último les aviso
que Dios me quitó mi guagua
y echó a funcionar la fragua
que tiene en el Paraíso,
pasó por Valparaíso
y en una linda corbeta
que brilla como una cometa,
me dice: En este vapor
me llevé a tu hija menor,
pero te tengo una nieta.

LXXXIII
(verso por confesión.)

Cuando yo salí de aquí
dejé mi guagua en la cuna,
creí que la mamita Luna
me l‘iba a cuidar a mí,
pero como no fue así
me lo dice en una carta
p‘a que el alma se me parta
por no tenerla conmigo;
el mundo será testigo
que hei de pagar esta falta.

La bauticé en la capilla
p‘a que no quedara mora;
cuando llegaba la aurora
le enjugaba las mejillas
con agua de candelillas
que dicen que es milagrosa.
Mas se deshojó la rosa;
muy triste quedó la planta,
así como la que canta
su pena más dolorosa.

Llorando de noche y día
se terminarán mis horas,
perdóname, gran Señora,
digo a la Virgen María,
no ha sido por culpa mía,
yo me declaro inocente,
lo sabe toda la gente
de que no soy mala maire,
nunca p‘a ella faltó el aire
ni el agua de la vertiente.

Ahora no tengo consuelo,
vivo en pecado mortal,
y amargas como la sal
mis noches son un desvelo;
y es contar y no creerlo,
parece que la estoy viendo,
y más cuando estoy durmiendo
se me viene a la memoria;
ha de quedar en la historia
mi pena y mi sufrimiento.

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