Mandaron al conejo
a sacudir la alfombra
debajo del árbol viejo
de una rama la colgó.
Tomó su gran garrote,
se apretó el cinturón
y después de escupirse las manos
hasta tres el conejo contó.
Un, dos tres
¡Toma, toma, toma!
¡Ay, que bonito es golpear!
Con razón mi mamita me pega
cuando hago alguna maldad.
¡Toma, toma, toma!
también a ti te ha de tocar
porque ya son muchas las palizas
que me atizan a mi nada más.
¡Toma, toma, toma!
Con un poco de imaginación
yo me ciento como beisbolista
Y su bate que pega honron
¡Toma, toma, toma!
Bien quisieras tu ser de Bagdad,
como aquella alfombra encantada
y volando poder escapar.
Arrácatelas.