No sé quién
pero yo no puedo torcer
mi cuello más de noventa grados
para ver lo que me perdí.
Ni poder cambiar
la chica manca me tendió su mano
y desde entonces,
quise pegarme a ese brazo
como una calcomanía.
Ahora voy a mirar por la cerradura
para ver lo que me guardas detrás
de la puerta que me cerraste.
Sentado en la terraza,
sus dedos rompen nubes sueltas
y sólo entonces,
hablamos de nuestras cosas.
Y veo venir,
cosas que se me escapan
y aunque tenga mis momentos
es lo que siempre me pasa,
tendría que acostumbrarme.
No sé quién
pero yo no puedo torcer
mi cuello más de noventa grados
para ver lo que me perdí.
Para después pedir más,
porque nunca es bastante,
cómo iba a conformarme
con todo lo que puedas darme..