Cuando Erefil Tercero
se fue en su boda a casar;
con la hija de un zapatero
que le supo enamorar.
Iba el príncipe Erefil
Tan garrido y bien plantado,
que la plebe vitoreaba
en calles, balcones, tejados.
¡ Hurra Erefil, buen señor!
sean el pueblo y reino aunados.
Bella era la hija del remendón
que desposaba,
vestida con sedas y oros
su sonrisa se acentuaba.
Siempre había soñado
con un príncipe azul de consorte,
pero no había imaginado
como iba a pagar la dote.
Así que su padre calzó
con botas nuevas,
a la corte y al revuelo
de las porras y las chanzas,
de señores y de ciervos
se cumplió al llenar la plaza.
Todo el mundo está invitado,
vayan a atrancar sus casas.
y ándate andarín,
que habrá festín por cuatro días.
Con suerte y nos arreglamos
princesitas de por vida.
Y vamos a las bodas
de Erefil con la plebeya;
hay comida y vino gratis,
vamos a vaciar botellas.
Tahúres y titiriteros,
tragafuegos y buscones,
campesinos, mercaderes,
oficiantes y ladrones.
Saltimbanquis, adivinos,
caminantes, tíos y peones,
se dieron cita en la plaza
como bravos bebedores.
Y sin pauta ni batuta
convidaban al desorden,
patintines y cornetas,
pitos, cuernos y tambores.
Cuatro días con cuatro noches
se festejaron las bodas,
corrió el vino y los platillos
entre riñas y lisonjas.
Los reyes tuvieron dicha
cuando se hallaron contentos,
también tuvieron días malos
y pelearon y aún tuvieron...
Veintidós hijos y un sapo
que después salió en un cuento,
pero aquella fue otra historia
y todavía no he dicho el resto.
Que a partir de ese momento,
las mozas se imaginaron
que casarse con un príncipe
era astuto y bien pensado.
Y aunque hubo el caso de alguna,
las demás no lo contaron.
Y ándate andarín,
si hubo festín por cuatro días,
y abundaron a la mano
la comida y la bebida.
Y fue en el día de bodas
de Erefil y moraleja:
sólo hubo un príncipe azul,
y hace mucho fue su fiesta..