Los chicos no juegan, la casa está triste,
la gente camina en puntas de pie.
El alma de ella en todo subsiste,
el alma tan buena de la que se fue.
Sollozos furtivos, suspiros y quejas
se oyen muy suaves cual leve rumor
de los que han quedado. Se postran las viejas
y elevan plegarias a Nuestro Señor.
Un hombre murmura: "¡Qué mala es la vida!
¡Tan buena, tan bella, por todos querida,
dejar en tristezas sumido a su hogar!".
La gente la extraña -¡si era tan buena!-,
con todos charlaba, con todos se dio;
por eso en su muerte se ve tan serena,
¿será que su almita al cielo voló?
Despunta la aurora y mecen las brisas,
las plantas, las flores que tanto cuidó,
y añoran sus riegos, sus dulces sonrisas
y tiernos cuidados que en vida les dio.
Se asoma un nenito, rosado, sonriente;
pregunta a su padre: "¿Mamá dónde está?".
Y al ver el cadáver, le dice doliente:
"¡Papito, yo quiero dormir con mamá!"..