En mis pagos hay un árbol,
que del olvido se llama,
al que van a despenarse, vidalitay,*
los moribundos del alma.
Para no pensar en vos,
bajo el árbol del olvido,**
me acosté una nochecita, vidalitay,
y me quedé bien dormido.
Al despertar de aquel sueño***
pensaba en vos otra vez,
pues me olvidé de olvidarte, vidalitay,
en cuantito me acosté.