Había mar de fondo,
su vuelo fue el vuelo más dulce
en el cielo.
Bajó la marea,
un largo segundo le roba su
cuerpo.
Nordés desdichado,
le besa la espalda y lo tumba
en la arena.
Se le para el tiempo,
lo que era caricia se vuelve
condena.
Vaivén de memoria.
La vida era un cambio de mar,
una ola, un frío en enero,
subir una falda, salitre en el
pelo.
Cambiaron los vientos.
Se le hizo rutina el dolor, la
mentira,
los pies sin el suelo, la piel sin
el tacto.
Abismo al destierro.
Se doctoró en miradas, en
sonrisas,
en su amante prohibida de
quimera,
en la celda de sus cuatro
paredes,
en cantos de sirenas
engañadas,
en sinfonías en sol menor,
angustia de saraiba llorando
en la ventana,
en cuerpos de mujeres que aún
soñaba.
Del verbo "renunciar a la
esperanza".
Soy marinero,
perdí mi tiempo en alta mar,
no pude hallar otro lugar
para perderme con mis sueños.
Soy marinero con rumbo al sur,
he de soñar con otro mar
adentro,
viajo en paz.
Para este viaje, ya no hay besos.
Me hablaste de las noches en
el mar
que sólo tú podías amar.
Te dió y quitó la vida y muerte.
Me regalaste todo cuanto soy,
que es mucho menos de lo que
hay
en cada arruga de tu frente.
Que, si es que hay dios,
sabrá de amar
lo mismo que has amado tú
a ese pequeño toldo azul,
reflejo de cristal.
Llevo un acordeón para
cantarte.
Llevo la sonrisa puesta.
Llevo las ganas de llorar,
que van y vuelven con la marea.
Llevo una brújula y un credo,
que es tu voz de igual acento.
Me dejo el rezo de los necios
el más dulce de los entierros.