Llevo seis meses adentro
de esta negra habitación
arrodillado en el polvo
mugriento de este rincón,
mis dos ojos en la puerta
por donde entra mi patrón.
Cuenta una antigua leyenda
sobre un pelado ponedor
de huevos de oro que harían
morir de envidia al propio sol
y este viejo mal nacido
se piensa que ese soy yo.
¡Poné pelado, poné!
No te me hagas el dormido,
poné pelado atrevido,
para aumentar mi tesoro:
ponete un huevo de oro.
Si la locura es contagiosa
a mi me está por venir
si hay noches que me despierto
cacareando de feliz
¡Cómo me brillan los huevos!
Son los más lindos que vi.
¡Poné pelado, poné!
No te me hagas el dormido,
poné pelado atrevido,
para aumentar mi tesoro:
ponete un huevo de oro.
En estos últimos tiempos
he comenzado a creer
que soy capaz de ponerlo
a fuerza de constancia y de hacer
fuerza para ponerlo
y al rancho poder volver.
La voluntad todo lo puede
y aquí comienza a llegar
este es el parto del huevo
partiéndome aquel lugar.
Cuando lo vea este viejo
me dejará en libertad.
Pero, ¡poné pelado, poné!
de oro, no de chocolate
¡Mirá pelado matate!
De oro te pido el huevo,
huevo de pascua no quiero..