Me persigues con tu amor Amado mío,
por un vasto río de misericordia,
ese corazón que late desde siempre,
resonando fuerte como la aurora.
Me resigno simplemente a tus mandatos,
el candor de tus palabras me devoran,
el murmullo cuando dices que me amas,
ya no aguanto el alma se me desparrama.
Que tu gracia se me adentre en las venas,
que no sepa yo Jesús
si es sangre o Tú
que fluye en mí.
En tus manos pongo yo la vida entera,
en mi cuerpo siento ya la primavera,
germinando como flor de la ladera,
el amor que cosecha su quimera,
Me resigno…