Red dirt girl (en español)


Con lilian, mi mejor amiga
y su perro sabueso blue-tick gideon,
me sentaba a tomar el fresco a la sombra del porche
cantando todas las canciones de la radio
esperando a que se pusiera el sol de Alabama
dos chicas polvorientas en un pueblo polvoriento
lilian y yo

solo al otro lado de la frontera, un poco al sureste de meridian

Recuerdo que quería mucho a su hermano entonces.
Una vez, reparando un Indian del 49, le había dicho:
“Hermanita, voy a cabalgar el viento, daré una vuelta y no volveré”.
Pero nunca llegó más allá de Vietnam.
Yo estaba allí con ella cuando trajeron el telegrama para Lillian.

Ahora él yace por ahí a un millón de kilómetros de Meridian

Ella decía: “Poco porvenir tiene una chica polvorienta,
el mundo es grande y para allá me voy.
Por mucho que caigan estrellas sobre Alabama,
un día de estos voy a dejar quieto el martillo
y a alejarme de esta ciudad polvorienta,
verás que alegre me pongo.

Creció alta y delgada y enterró a aquel viejo perro Gideon
junto a un árbol de Júpiter al fondo del patio.
A su padre se le agrió el carácter y su madre decayó.
Se buscó problemas con un chico del pueblo
y pensó que bien podría sentar la cabeza
así que escarbó un sitio al otro lado de una raya de polvo
un poco al oeste de Meridian

Sí, se esforzó por quererle, pero aquello no cuajó.
No era más que una manera de decepcionarse,
así que aprendió a ceder.
Pero hay una cosa que no te cuentan de las penas cuando las tienes
y es que no se para de caer porque no tienen fondo
ni tienen final... al menos para Lillian.

No se sabe cuando empezó a descarriarse,
con sólo 27 años ya tenía cinco hijos.
Pudo ser el güisqui, pudo ser por las pastillas,
pudo ser por la ilusión que trataba de destruir
pero los noticiarios del mundo nunca hablarán
de la vida y la muerte de una chica polvorienta
llamada Lillian, que nunca llegó más allá de Meridian

Ahora las estrellas siguen cayendo sobre Alabama
y esta noche acabó dejando quieto el martillo,
sin hacer, ruido enterrada entre el polvo rojo.