Si te resulta difícil entablar una platica conmigo,
comienza por contarme de la mascota de tu ofancia,
cuéntame de las tortugas y
los peces que te quedaste con ganas de tener.
Cuéntame de aquella primera vez,
en que las mariposas hicieron frente en tus sentimientos
y se apoderaron de tu estómago.
Cuéntame del momento
en que te diste cuenta que no te gustan los payasos,
porque no te hacen gracia.
Puedo escucharte sin hablar,
y quizá con rostro delirante contarte de la mascota de mi infancia
contarte de las tortugas y los peces que nunca tuve,
contarte de la primera vez en que las mariposas
hicieron frente en mis sentimientos
y se apoderaron de mi estómago
Contar del momento en que me dí cuenta que no me gustan
los payasos aunque me hagan gracia.
Y entonces cuando el silencio se apodere de la noche,
las mismas sábanas contemplarán nuestra conversación.
Y a la mañana siguiente, al despertar la noche habrá parecido
corta y el sueño basto y al fin podremos volver a platicar.
Juego con fuego entre almohadas,
busco si encuentro palabras,
labios librando batallas,
derritiendo el centro de mi piel.
Con el vaivén de las olas
la luna baja y provoca,
apegarme a los instintos,
y explorar el centro de la piel.
Luego asalto tu boca que,
cálida me invita a ver intentando la locura,
que nos lleve al centro del plácer.
Y luego hasta caer,
y luego hasta perder,
olvidando el paraiso por hacerte mi mujer..